Misery (Misery) by (ES)Stephen King

Misery (Misery) by (ES)Stephen King

autor:(ES)Stephen King
La lengua: spa
Format: azw3
Tags: Terror, Novela
editor: ePubLibre
publicado: 1987-01-01T05:00:00+00:00


16

Dos horas más tarde, Paul volvió a forzar la cerradura de la habitación y por segunda vez hizo pasar la silla de ruedas a través del estrecho hueco de la puerta. Esperaba que fuese la última. Tenía un par de mantas encima de las piernas. Todas las cápsulas que había podido coger estaban envueltas en pañuelos Kleenex y metidas en sus calzoncillos bajo el colchón. Tenía intención de salir de allí, si podía, con lluvia o sin ella. Era su única oportunidad, y esta vez pensaba aprovecharla. Sidewinder estaba colina abajo, la carretera se hallaría resbaladiza y todo estaba tan oscuro como el pozo de una mina; pero pensaba intentarlo de todos modos. No había llevado la vida de un héroe ni la de un santo, pero no tenía intención de morir como un pájaro en un zoológico.

Recordaba vagamente una noche que había pasado bebiendo whisky con un melancólico dramaturgo llamado Bernstein en el Lions Head del Village. Y si vivía para poder volver al Village, caería sobre lo que quedase de sus rodillas y besaría la acera sucia de la calle Christopher. En algún momento, la conversación se había desviado hacia los judíos de Alemania durante los inciertos cuatro o cinco años antes de que la Wehrmacht asolara Polonia. Paul recordaba haber dicho a Bernstein, que había perdido a una tía y a su abuelo en el Holocausto, que no podía comprender por qué los judíos de Alemania —¡maldita sea!, los de toda Europa, pero sobre todo los de Alemania— no se habían largado de allí mientras aún estaban a tiempo. En términos generales, no eran estúpidos y muchos tenían experiencia propia en persecuciones semejantes. Seguramente sabían lo que se avecinaba. Así pues, ¿por qué se quedaron?

La respuesta de Bernstein le había parecido frívola, cruel e incomprensible: «La mayoría tenía un piano. Los judíos tenemos debilidad por los pianos. Cuando se tiene un piano es más difícil decidir mudarse».

Ahora lo comprendía. Sí… Al principio fueron sus piernas rotas y su pelvis destrozada. Luego, el libro. De una manera disparatada, hasta lo estaba pasando bien con él. Sería fácil, incluso demasiado, echar toda la culpa a sus huesos rotos o a la droga cuando, de hecho, la mayor parte la tenía el libro. Eso, y el monótono transcurrir de los días con su patrón sencillo de convaleciente. Pero sobre todo, el estúpido libro, había sido su piano. ¿Qué haría ella cuando volviese de su Casa de la Risa y viera que él se había marchado? ¿Quemar el manuscrito?

—Me importa un comino —dijo, y casi era verdad. Si salía con vida, podría escribir otro libro, hasta reescribir el mismo, si quería. Pero un hombre muerto no podía escribir una novela como no podía comprar un piano nuevo.

Entró en la sala. Antes había estado ordenada, pero ahora había montones de platos sucios en todas las superficies disponibles. Le pareció que una muchedumbre había estado allí. Por lo visto, Annie no sólo se dedicaba a pellizcarse y abofetearse cuando estaba deprimida, también se complacía en beber sin molestarse luego en limpiar lo que había ensuciado.



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